Isco fue una de las grandes apuestas de Zidane en el revolucionario once que sacó ante el Mallorca. El entrenador francés apostó por el grupo que ha estado toda la semana trabajando en Valdebebas y que no ha tenido que acudir a los compromisos internacionales con sus respectivas selecciones. Y el malagueño, como James y alguno más, estaba entre ellos.
El mediapunta tuvo ante el Mallorca una oportunidad perfecta para demostrar que sigue siendo el jugador que deleitó a todos no hace tanto metiéndose desde el primer día en el bolsillo a un Bernabéu que ahora le mira con algo de desesperación y desgana. La mejor versión de Isco lleva mucho tiempo sin verse sobre un terreno de juego y Palma no cambió nada. Intranscendente, algo perdido y, sobre todo, sin dar rienda suelta a la magia que atesora en sus botas. Tenía en Son Moix una oportunidad de oro para reivindicarse y apartar cualquier fantasma, pero las cosas no le pudieron salir peor.
El malacitano tiene un problema. Su físico, particular y traicionero, no le está ayudando, y lo sufre. Isco en estos momentos no es el jugador protagonista que se puede disfrutar cuando se siente bien y tiene los niveles de confianza a tope. En esos momentos es capaz de aglutinar la gran mayoría de las jugadas del equipo, pero ahora mismo esa versión ni está ni se le espera. Zidane le sigue cuidando, pero actualmente no tiene sitio en su esquema y su futuro se llena de dudas.
Isco tiene que espabilar. No le queda otra. Sabe que de su lado tiene a Zidane, un enamorado de su fútbol, y a sus compañeros, pero él tiene que dar más. En los próximos meses se juega su presencia en la Eurocopa con España. En la última convocatoria, a pesar de estar recuperado de una lesión, no fue citado por Robert Moreno. Todavía quedan dos listas antes de que se dé la de los elegidos para disputar la cita continental, e Isco tiene que mejorar mucho si quiere estar entre esos 23 nombres que pronuncie el seleccionador en el mes de mayo.
